lunes, 27 de febrero de 2012

Sexo en el colegio

Lo que me da rabia es que nunca tuve sexo en el colegio. Porque yo al colegio no iba a aprender, que la educación está sobrevalorada, sino a pasarla bien.

Y digo que está sobrevalorada porque once años de colegio son una exageración. El conocimiento es útil, pero no compensa la falta de talento. ¿Ha oído esa frase que dice que el genio es 10% inspiración y 90% transpiración? Es cierta. Hay que trabajar mucho, pero todo el trabajo del mundo es inútil sin ese 10% de habilidad.

Usted puede memorizarse la Enciclopedia Británica en una tarde, que si es un tarado, es un tarado. Podrá juzgar los libros de Borges y los cuadros de Dalí, pero nunca podrá ser el autor de ellos. Yo no creo en el colegio desde que supe que Andrés Cepeda formó Poligamia en el suyo.

Yo crecí sacando 2 en disciplina y 1 en aritmética. A los once años andaba a pie cuando se me daba la gana, cogía bus solo y si llegaba a la casa con más materias perdidas que ganadas me pegaban. El resultado es que tengo serios problemas estructurales, estoy lleno de taras y miedos que nunca me van a abandonar, pero soy una persona feliz.

A los niños de hoy, en cambio, los vuelven imbéciles con otros métodos, no saben ni limpiarse el culo solos y ya están obligados a ser alguien. Los bombardean desde temprano con Pequeño Mozart y Pequeño Einstein, luego les dan iPads y en el colegio los califican con palabras de bondad “para que no se acomplejen”. Excelente, sobresaliente, distinguido, bueno, suficiente y deficiente.

En nuestro sistema educativo ya no hay estudiantes vagos, sino deficientes, todos los demás están salvados. Personitas mediocres son las que estamos formando. Uno ve las caritas tiernas de esos niños y sabe que está en presencia de los hijos de puta que dentro de treinta años estarán manejando a Colombia.

Esos mismos niños son los que terminan estudiando dos carreras universitarias, como si eso los hiciera superiores, como si una no fuera suficiente. Y esa es también la misma gente que pese a haber pasado por dos facultades termina a los 50 años preguntando a la gente que conoce de qué colegio salió, como si a esa altura de la vida importara.

Yo nunca tuve sexo en el colegio, decía, y me alegra porque estudié en un colegio de hombres. Ahora es mixto y me da rabia. Lo que yo hubiera culeado de haber compartido mi clase con mujeres, la cantidad de embarazos no deseados que hubiera provocado, lo bien que hubiera pasado los recreos entre partidos de fútbol y sexo en el baño con adolescentes como yo.

Superado el colegio, ahora quiero ser profesor de la universidad en la que estudié, pero no para enseñar, que no hay nada que yo pueda enseñar, sino para comerme a las alumnas más bonitas. Lo dicho, nuestro sistema educativo es una porquería.

Publicada en la edición de febrero de la revista SoHo. www.soho.com.co