jueves, 16 de febrero de 2012

Los desconocidos

Los bancos han echado a andar una campaña para que sus clientes no acepten ayuda de extraños porque al parecer se han robado mucha plata últimamente. Y me parece una medida muy injusta contra nosotros, los extraños, que no tenemos la culpa de nada.

Ahora resulta que uno, que odia a la gente y no le gusta hacer amigos; que va por el mundo sin hacer el bien, pero tampoco haciendo el mal, es el malo de la película según la versión de una de las peores mafias de este planeta: el sistema financiero.

Desde que la gente le hace caso a los bancos las personas me tratan mal. Yo, que ando en silencio mirando como loco, no porque vaya a secuestrar a alguien (ganas no me faltan), sino porque trato de detallar todo, ahora soy un paria incluso en mi barrio.

Y ni tan desconsiderado soy. El otro día vi en la calle a un hombre al que se le cayeron cien mil pesos y lo perseguí dos cuadras hasta alcanzarlo. Se asustó tanto que me tocó meterle los billetes a la fuerza, todo por la mala fama que tenemos los extraños. Asobancaria, que de por sí nos tiene bien jodidos, bien culeados, nos sigue jodiendo la vida.

Pero nosotros, los extraños, nos limitamos a observar y guardar distancia, con algo de respeto, algo de miedo, algo de curiosidad, igual que usted. Son los conocidos los peligrosos. Todo el mundo sabe quién es Palacino y Valencia Cossio, y ahí están, socialmente aceptados, invitados con frecuencia a cocteles en los clubes.

Todo el mundo conocía a los hijos de Gadafi, y pese a eso cruzaron el Atlántico y casi logran entrar a México disfrazados de lo que no eran: unos desconocidos; todos le conocemos la cara a Luis Carlos Restrepo (pese a la barba que inspira ternura) y aún así lo dejamos ir a Estados Unidos, donde a veces la gente honesta no puede entrar porque no tiene visa.

Más de la mitad de los 357 presos que esta semana murieron quemados en una cárcel hondureña no estaban formalmente acusados de ningún delito. Nadie sabe sus nombres. Son los criminales famosos (Hitler, Pablo Escobar, cualquiera que haya sido presidente de Colombia) los que hacen daño.

Los desconocidos  son menos, pero están del lado de los buenos, no lo dude. Hacen sacrificios por nosotros, son los que limpian las calles y los baños públicos para que podamos usarlos; los conocidos, en cambio, suelen rompernos el corazón.

La próxima vez que sienta que un desconocido la mira en la calle, señorita, no se asuste, que no va a violarla. Seguramente seré yo tratando de detallarla para luego llegar a casa y masturbarme pensando en usted.