Un amigo está buscando
colegio para su hija, que no llega a los tres años. No le ha resultado fácil
pese a tratarse de un hombre con privilegios, ex alumno del Gimnasio Moderno y
nacido en el estrato seis bogotano que ha manejado este país como una finca (en
eso le lleva años de ventaja a Uribe, no sé por qué no lo soportan, si están en
el mismo bando). Aunque a veces creo que por haber nacido donde nació es que se
la pasa afrontando trabas y discriminación.
El hecho es que quiere
meter a su hija al Liceo Francés, que es de los mejores colegios del país y
relativamente barato en comparación a otros de similar nivel académico. Allí le
pidieron papeles como si su hija no
fuera a comenzar su formación académica sino a capitanear la primera expedición
humana a Saturno: hoja de vida de los papás, declaración de renta, extractos
bancarios, comprobantes del pago de los impuestos de los carros y del apartamento. Además, un formulario que
costó $100.000.
Formulario es un decir, ya
que en palabras suyas se trataba de una hoja fotocopiada con unas cuantas
preguntas básicas. Me dice que el colegio vendió 250 de estos a comienzos de
año, lo que da un total de 25 millones de pesos. Debe tratarse de las
fotocopias más caras de las que se tenga registro.
Y lo peor es que ni
entrevista les hicieron, porque el colegio tiene tanta demanda que le da
prelación a ciudadanos franceses y a familiares de exalumnos. Se trata de una
práctica discriminatoria donde a un ser humano de tres años, que seguramente
cuando grande va a ser un hijo de puta como usted o como yo, no se le da una
oportunidad por haber nacido en la familia o el país que no tocaba.
Suena a frase mamerta, pero
por cosas como esa es que hay violencia. Por eso hay delincuencia, por eso
nacieron las Farc. Es culpa de cualquier Santos, de cualquier López, pero
también de cualquier Zableh. Dejamos que eso pasara. Por eso debo confesar que
esas marchas de no más Farc y no más secuestro me ofenden.
Ofenden porque ve uno a un
ex presidente marchando en contra de eso que ayudó a cultivar; y a su esposa; y
a las amigas de su esposa; y a los corredores de bolsa que no saben por qué ni
para qué ni para quién hacen dinero. Ve uno los fotógrafos de las revistas haciendo
la sociales de la marcha y entiende que promotores de violencia es lo que somos.
Estamos como Gustavo Petro, que habló de las empresas de servicios públicos de
Bogotá, creó pánico en las bolsas y luego mandó a investigar por qué las
acciones de las mismas habían colapsado.
Uno entiende que los
políticos y la desigualdad generen violencia, pero no espera que los colegios
hagan lo mismo. Pienso en la hija de mi amigo, y si eso le ocurre a una niña
con privilegios, qué le queda a un joven nacido en el campo. Que la niña
tampoco es una víctima, no se trata de eso. Hoy va a una guardería que la
recibe tres horas al día y le cobra por eso un millón de pesos mensuales.
Cuando crezca asistirá a
un colegio que cobra 21 millones de pesos de bono y más de dos millones de
mensualidad. La vida le dará todas las oportunidades para ser lo que ella quiera
ser, pero a qué costo. No creo que valga la pena tener hijos para mandarlos a
un colegio donde empezarán a fumar a los 13, se emborracharán a los 14, perderán
la virginidad a los 15, probarán la droga a los 16 y serán unos clasistas de
por vida.
No sobra soñar con colombianos más sensatos, menos avaros, mejores personas; con un país que entienda que en la igualdad de oportunidades está la paz. Ojalá algún día nos metamos nuestro “No más Farc” por vía anal.