jueves, 23 de febrero de 2012

Morir por la tecnología

El titular de la noticia da miedo: “Su iPhone fue fabricado por niños de 13 años trabajando en jornadas de 16 horas”. Asusta porque 16 horas laborales desmotivan al que sea, pero también porque a los 13 años nadie debería estar trabajando (de hecho usted, que tiene 40 y sostiene a una familia, rara vez trabaja más de ocho). El enunciado aterra y resume además una clara denuncia contra Apple, empresa que mucha gente quiere más que a su propia madre.

La noticia no es nueva, salió hace meses en el New York Times y fue reproducida por varios medios en todo el mundo, pero uno se entera de las cosas cuando tiene que enterarse. El encabezado no da lugar para equívocos: mi iPhone fue fabricado por niños de 13 años trabajando en jornadas de 16 horas. Asusta hasta a aquel que no tiene iPhone. De hecho yo, que uso un Alcatel sin acceso a internet, miré mi bolsillo después de leer la nota, no fuera que saliera de la nada un 4S y me invadiera el sentimiento de culpa.

Antes de leer la noticia miré el titular tres veces y me sorprendió que empezara con un “Su iPhone”. ¿Cómo sabe el que la escribió que tenemos un iPhone? Podría ser un Blackberry, pero no, es un iPhone; todo el mundo tiene o ha querido tener uno.

Noticia adentro se suceden una serie de relatos sobre la miseria humana que incluye sueldos de miseria, malas condiciones laborales, peores sueldos, explotación de menores y suicidios. Todo para que usted y yo podamos tener un celular multifunciones y alabemos a Steve Jobs como si el señor hubiera venido a salvarnos.

Escribo esta columna desde un Apple MacBook (no me alcanzó para el Pro), del que no hablan en el artículo, pero dudo mucho que sea de mejor familia que su iPhone; seguro está manchado también.

La nota tampoco lo menciona, pero quizá muchas más cosas son fabricadas por niños de 13 años en Asia, Centroamérica, algún lugar de Colombia. Cosas que nos gustan: los tenis con los que corremos, el televisor desde donde vemos las noticias de la noche.

El otro día fui a Ktronix a comprar un televisor LCD de 32” y me gané el 50 por ciento de su valor, premio que le dan a uno de cada 50 compradores. Es la tercera vez que me pasa, lo que prueba que, además de ser de malas en el amor, soy un bobo con suerte.

Las condiciones inhumanas en países del tercer mundo hacen posible que la tecnología sea más barata para todos. De otra forma no se explica que siendo Colombia un país agricultor sus grandes cadenas cobren las frutas a precio de oro mientras que regalan la mitad de lo que cuesta un televisor con tres entradas HD y acceso a internet.

El asunto es que puedo canjear el premio comprando en el almacén por lo que se me dé la gana. Ya tengo vistos una cámara de fotos y unos accesorios para el iPod. Ojalá que no hayan sido fabricados por menores de edad, pero si llega a ser así, trataré de no pensar en eso para no pegarme un tiro.

Publicada en la edición de febrero de la revista Enter. www.enter.co