Hay nueva reforma a la salud y nadie la va a entender, porque las cosas del Gobierno están hechas para que no sepamos de qué se tratan. Ni la de la salud, ni la tributaria, ni la de la justicia. Los tipos de Interbolsa están libres y el que se robó unos cubos de caldo de gallina pagó cárcel, tal es el sistema en el que jugamos.
La de la salud Son 9 capítulos y 68 artículos que no leeremos porque, uno, no los entenderemos; dos, no nos representan, y tres, las EPS seguirán haciendo lo que se les da la gana. Llevamos la vida asistiendo al hospital con la única certeza de que no nos van a atender como nos gustaría y eso no va a cambiar por mucho que cambien la salud. Ahora celebramos porque están diciendo que las EPS van a desaparecer, pero la verdad es que no sabemos nada de nada. Hay quien dice que la nueva reforma va a mejorar el negocio para ellas.
Yo no quiero que cojan un sistema de salud que no entiendo y le hagan reformas para que lo entienda menos. Por lo pronto me conformo con que mi entidad promotora de salud me saque de la lista de morosos porque me sigue cobrando como independiente, cuando hace dos meses pasé (y me aceptaron) la notificación de que ahora cotizo como empleado.
El día de la notificación me desperté lleno de amor por mi mujer y por la vida, pero me tocó ir al centro de atención al cliente porque por internet no supieron resolverme la situación y a la tercera instrucción mal dada en el call center todo el romanticismo se me fue a la mierda.
Luego de dos horas de espera, a los cinco minutos de estar hablando con la niña de la EPS que me atendió me di cuenta de que lo que dicen a uno por teléfono lo refutan en persona. En las grandes entidades todo es confuso, solo pagar es fácil, la plata la reciben como sea. Cualquier otro trámite que se podría hacer chuleando o deschuleando una casilla en internet toma la vida entera.
El asunto es que seguí optimista pese a todo, y el corazón que no me rompieron ni la espera, ni la ineficiencia, ni mi mujer me lo rompieron los ancianos que allí estaban. Parejas de viejos, todos enfermos, cansados, con nada más que el otro para luchar contra el mundo, que parece no quererlos. Era tan deprimente que deseé que en vez de mandarlos al médico los mandaran al verdugo para que dejaran de mendigar por citas y medicamentos.
Guardo una carta de mi papá donde implora a la EPS que le agilice los trámites para tratarse el cáncer que se lo comió vivo. La abro cada tanto para tener presente que ni pagando a tiempo la gente hace cosas por nosotros.
Yo sigo lidiando para que me dejen de cobrar como independiente y como empleado en simultánea. Me molesta, pero es poca cosa comparada con los ancianos de aquel centro de atención al cliente. Nunca vi tantas caras tristes juntas como aquella vez. Imagino que así era Auschwitz, pero sin logo corporativo.