miércoles, 19 de diciembre de 2012

Armas allá, basuras acá


Todo es un doble discurso, todo es una fachada. El llanto de la gente, el despliegue de los medios, las palabras de Obama. 27 muertos en Connecticut son en realidad poca cosa, pérdidas mínimas necesarias para una industria de armas que mueve 3.500 millones de dólares cada año en Estados Unidos.

La verdad es que cuando nos reproducimos como una plaga (de 1.500 en 7.000 millones en poco más de un siglo) no hay hambruna, ni guerra, ni masacre que valga. Somos muchos, seguiremos creciendo, y salvo gran catástrofe, la especie no está en peligro. La vida sigue.

Lo que pasa es que toda muerte es una pequeña tragedia. Tragedia para los cercanos y los sensibles, quiero decir, para los que no buscan figurar. Los medios tienen que reportar porque ganan plata con ello y los políticos muestran congoja porque fueron elegidos para figurar en esos medios que facturan con cada mala noticia. El mundo está gobernado por personas que no tienen corazón pero posan de sensibles. Pasa allá y ocurre acá,  donde trataron de ocultar la muerte de un hombre de 60 años en la carrera de la Torre Colpatria.

El hecho es que durante la semana vimos tanto de la matanza de Connecticut que aprendimos que se escribía con doble N y una C antes de la primera T. Oímos también frases de cajón y mensajes de apoyo prefabricados que no le daban paz mental a ninguna de las víctimas.

 De todo lo que se dijo de lo hecho por Adam Lanza, lo más cruel y sensato se lo oí a un amigo: “siento un fresquito cada vez que pasa una cosa de esas en Estados Unidos”.

Al principio no le entendí, incluso me indigné; yo, que me ofendo por pocas cosas y que tengo tres sobrinos que van al colegio en Long Island, apenas a unas horas del lugar de la masacre. Pero todo me quedó claro cuando me explicó que la política estadounidense se basa en la doble moral. Yo, que creía saberlo ya, lo oí con el asombro de un niño (de colegio) cuando me dijo que las  armas nunca iban a ser prohibidas porque movían la economía del país y que, si Estados Unidos fuera productor de droga, ésta sería legal.

 Y aunque 27 muertos sean poca cosa para una industria billonaria, el hecho ha generado toda clase, no de debates, sino de locuras. Para empezar, la Asociación Nacional del Rifle escondió su perfil de Facebook (ni idea cómo lo lograron, si Facebook hace con nosotros lo que se le da la gana). Luego, un congresista llamado Louie Gohmert afirmó que la mejor forma prevenir esas matanzas era vender más armas. Y parece que el mensaje tuvo acogida, porque la venta de armas se disparó (nunca mejor dicho) y días después un niño de 11 años llegó armado al colegio.

Todo esto en un país que produce toneladas de armas reales pero que en ocasiones prohíbe la venta de pistolas de juegues, ha declarado ilegal el matrimonio entre homosexuales y que la gente beba en la calle. Su lógica debe tener todo esto, pero cuesta entenderla.

Si en Estados Unidos hay niños que parecen cobrar valor cuando los mata un desconocido, los habitantes de Bogotá somos importantes porla basura que producimos. Nadie da un peso por nosotros, pero nuestros desechos valen millones. Me han explicado el tema de Petro y las basuras decenas de veces y sigo sin entenderlo. Quizá porque, a diferencia de lo que pasa en Estados Unidos, no hay ninguna lógica detrás del asunto. Yo sólo sé que a este paso se va a hacer realidad el dicho que reza "El día que la mierda valga, los pobres nacerán sin culo".