El asunto con ese tipo de aplicaciones es que venden la
sensación de tener una habilidad de la que carecemos. Les entregamos nuestra
capacidad para demostrar lo que pensamos y sentimos a corporaciones sin alma
que nos aprecian por nuestro dinero. Y tienen razón esas corporaciones, somos
una jartera de personas, inmaduras, egocéntricas, incapaces de expresarnos sin
ayuda. Nuestros billetes, en cambio, tienen el carisma del que carecemos.
Ocurre con Guitar Hero, por ejemplo: sabe uno hundir tres
teclas de esa guitarra de mentiras y ya es Clapton. Instagram es la aplicación
ideal para los sensibles sin talento. Le toma usted foto a unos espaguetis, le
pone un filtro de esos y queda como un retrato hecho por Herbert Ritts. Se lo
quita y queda la verdad desnuda: un plato preparado de afán porque no se tiene el
tiempo o la plata para prepararse uno decente (pero sí hay plata para el
iPhone).
También está Foursquare, que reporta dónde estamos haciendo
lo que estamos haciendo. ¿Para qué? ¿A quién le importa si estamos en el
aeropuerto o almorzando cerca de la oficina? ¿Qué esperan los que la usan? ¿Que
los demás dejemos a un lado lo que estamos haciendo y les digamos "Qué rico, ya te caigo"? Yo me creía inseguro y
poca cosa hasta que conocí a los que usan Foursquare.
Nike Running parece ser menos popular que las dos
anteriores, pero tiene su hinchada. Si mal no estoy sirve para medir con
detalles cuánto corrimos. Lo intuyo porque tengo amigos que publican la
información en su perfil de Facebook y quiero creer que se debe a que es una
cosa automática y no algo que se ponen a hacer después de salir a trotar. A ese
gente le digo que, salvo que ganen la medalla de oro en las próximas
olimpiadas, me tiene sin cuidado si el domingo por la mañana trotan o se quedan
comiendo helado en la cama.
Y seguro es un prejuicio mío, pero yo relaciono todos esos
mecanismos a los hipsters, que siempre se las ingenian para sacarnos ventaja:
mientras la gente común y corriente apenas se está empapando de Instagram,
ellos ya están en Pinterest, que no sé si sea una aplicación o una red social.
Ya alguien se encargará de aclarármelo.
El otro día, en medio de las noticias sobre matanzas en
Siria y la reforma a la justicia, hallé una que me dejó casi igual de perplejo:
una de las causas de que BlackBerry se cotice a la baja es que tiene “apenas”
40.000 aplicaciones, mientras que una plataforma relativamente nueva como
Windows Phone ya cuenta con más de 600.000.
¿Qué hace uno, no con 600.000 aplicaciones, sino con diez?
¿Para qué sirve un teléfono además de para hacer llamadas? No hemos
perfeccionado eso de ser idiotas en el mundo análogo y ya estamos haciendo
carrera en el digital.
Publicada en la edición de julio de la revista Enter. www.enter.co