domingo, 15 de julio de 2012

Un millón de aplicaciones

Una amiga me dice que su hija de 10 años toma unas fotos increíbles. Le digo que quiero verlas, y lo digo de corazón. Una a una me las muestra. Yo las miro en silencio, ni elogiando ni criticando porque la cosa no se trata de romperle la ilusión a la madre. Callo y pienso que cómo no va a tomar buenas fotos, si usa Instagram.

El asunto con ese tipo de aplicaciones es que venden la sensación de tener una habilidad de la que carecemos. Les entregamos nuestra capacidad para demostrar lo que pensamos y sentimos a corporaciones sin alma que nos aprecian por nuestro dinero. Y tienen razón esas corporaciones, somos una jartera de personas, inmaduras, egocéntricas, incapaces de expresarnos sin ayuda. Nuestros billetes, en cambio, tienen el carisma del que carecemos.

Ocurre con Guitar Hero, por ejemplo: sabe uno hundir tres teclas de esa guitarra de mentiras y ya es Clapton. Instagram es la aplicación ideal para los sensibles sin talento. Le toma usted foto a unos espaguetis, le pone un filtro de esos y queda como un retrato hecho por Herbert Ritts. Se lo quita y queda la verdad desnuda: un plato preparado de afán porque no se tiene el tiempo o la plata para prepararse uno decente (pero sí hay plata para el iPhone).

También está Foursquare, que reporta dónde estamos haciendo lo que estamos haciendo. ¿Para qué? ¿A quién le importa si estamos en el aeropuerto o almorzando cerca de la oficina? ¿Qué esperan los que la usan? ¿Que los demás dejemos a un lado lo que estamos haciendo y les digamos "Qué rico, ya te caigo"? Yo me creía inseguro y poca cosa hasta que conocí a los que usan Foursquare.

Nike Running parece ser menos popular que las dos anteriores, pero tiene su hinchada. Si mal no estoy sirve para medir con detalles cuánto corrimos. Lo intuyo porque tengo amigos que publican la información en su perfil de Facebook y quiero creer que se debe a que es una cosa automática y no algo que se ponen a hacer después de salir a trotar. A ese gente le digo que, salvo que ganen la medalla de oro en las próximas olimpiadas, me tiene sin cuidado si el domingo por la mañana trotan o se quedan comiendo helado en la cama.

Y seguro es un prejuicio mío, pero yo relaciono todos esos mecanismos a los hipsters, que siempre se las ingenian para sacarnos ventaja: mientras la gente común y corriente apenas se está empapando de Instagram, ellos ya están en Pinterest, que no sé si sea una aplicación o una red social. Ya alguien se encargará de aclarármelo.

El otro día, en medio de las noticias sobre matanzas en Siria y la reforma a la justicia, hallé una que me dejó casi igual de perplejo: una de las causas de que BlackBerry se cotice a la baja es que tiene “apenas” 40.000 aplicaciones, mientras que una plataforma relativamente nueva como Windows Phone ya cuenta con más de 600.000.

¿Qué hace uno, no con 600.000 aplicaciones, sino con diez? ¿Para qué sirve un teléfono además de para hacer llamadas? No hemos perfeccionado eso de ser idiotas en el mundo análogo y ya estamos haciendo carrera en el digital.

Publicada en la edición de julio de la revista Enter. www.enter.co