miércoles, 18 de julio de 2012

La edad

Trata de que no te estrese la edad. No te gradúes del colegio a los 17 ni de la universidad a los 22. No te cases a los 25 ni empieces a procrear a los 28. Nadie te pide que tengas un posgrado a los 30 ni que compres casa propia antes de los 40. Más bien preocúpate si no te has divorciado a los 27 después de haberte casado a los 25.

A mi edad, mi padre tenía cuatro hijos, había pasado por dos matrimonios y sostenía una casa sin ayuda de nadie. Una casa de verdad, no esos remedos de hogar que son los apartamentos de ahora. Cuatro cuartos, tres baños, cuarto del servicio, una sala y dos comedores, antejardín, jardín, porche, patio cubierto y patio con árboles de guayaba, papaya, granada y una vid con la que mi mamá hacía hojas de parra y yo me comía las uvas verdes. Teníamos dos perros, no sabíamos lo que era una lavadora y la ropa se secaba al sol, como Dios manda. Estábamos lejos de ser ricos, sólo que antes la vida era igual de dura, pero más barata.

A mi edad, mi padre sostenía un hogar y era calvo, canoso y no hacía ejercicio; todo lo contrario a mí, que vivo en arriendo y no tengo familia ni matas ni mascotas por cuidar. De golpe, antes ser adulto significaba volverse sedentario, responsable y lucir más viejo de lo que se era. Adultos eran los de antes.

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