Una amiga se fue de vacaciones y antes de que cerraran la puerta del avión me escribió por el celular: “Aquí solo van familias con niños de vacaciones y un par de borrachos jartos. En este avión no fue”.
Nunca es el sitio donde se conoce al amor de la vida, si es eso lo que esperamos. Yo era como mi amiga, solía comportarme como una colegiala virgen en vez del hombre de más de 30 que soy, hasta que entendí que el amor de la vida no existe y que, en el mejor de los casos, a mi edad no se conoce al amor de la vida sino al del resto de la vida.
Pero los extremos se tocan, y un hombre de casi 40 se parece mucho a una quinceañera que todavía no se lo da por amor al primer patán que se le aparece. Pensaba que jugar fútbol era lo mío, pero en el último año he tenido tres lesiones graves que me han tenido seis meses parado y otros seis jugando. Eso así no es vida, creo que es hora de buscarme una mujer, pasaría menos tiempo incapacitado. Yo quiero amor; siempre estoy listo para amar de nuevo pese a todo, creo.
Antes no me preocupaba por el tema porque a los 20 uno asume que tiene la vida por delante, luego llegan los 35 y se descubre que la vida no tiene nada que ofrecer. Ahora entiendo que si alguien de mi edad no se ha casado es porque es una jartera de persona o es homosexual, más ahora que el matrimonio igualitario es un asunto tan confuso.
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