jueves, 7 de febrero de 2013

Todo está arreglado

Cada vez me siento más robado, y ya no solo se trata de que abusen con el precio de la finca raíz y de los restaurantes. No creo que exista en Bogotá un taxímetro que no esté adulterado, por ejemplo; no entiendo por qué las aerolíneas cobran por cambiar la fecha de un vuelo, y cobran aún más duro si lo que se quiere cambiar es el nombre de pasajero, como si importara si el que viaja soy yo o mi vecino.

Por eso ir al supermercado dejó de ser un placer. No entiendo que un litro de helado cueste veinte mil, lo mismo que un tarro mediano de aceite de oliva. Los paquetes de salchichas traen cada vez menos pero cuestan más, las lechugas y el pollo se han venido encogiendo con los años. Y no sé si me estoy volviendo loco, pero sospecho que para maximizar las ganancias, los fabricantes bolsas de basura decidieron subirles el precio pero hacerlas más delgadas. No descarto que hayan hecho también un gran recorte de personal.

Todo está arreglado para tumbarnos. Las cosas no cuestan lo que vale hacerlas sino lo que estamos dispuestos a pagar, por eso unas gafas de sol pueden costar un salario mínimo. Y el robo no es solamente en punto de venta; nos roban la realidad también, que no tiene nada de malo mientras no sepamos qué es la realidad ni en qué consiste esto que llamamos vida.

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