jueves, 14 de febrero de 2013

Esa porquería

La semana pasada habíamos quedado en que el amor era una porquería. 24 horas después mi hermana me avisaba por DM que había roto fuente. Isabel será una niña amada por sus padres y también por su tío, que la querrá a su manera. Haré lo mejor que pueda porque, aunque sería un padre de puta madre, ella será lo más cercano a una hija que pienso tener ya que no me agrada la gente y no me gusta contaminar.

El amor es finito, no alcanza para todos. Mientras más ama uno a los seres cercanos, entre más paciencia y devoción les tiene, más odia a los extraños. Uno necesita odiar, y odiar a un desconocido es muy fácil así haya hermanos que no se puedan ni ver. Entre más amor hay en los comerciales de Coca-Cola, más podrido está el mundo.

¿Por qué admiramos a los que demuestran amor a sus padres, a sus hijos, si querer a un familiar es fácil? Somos raros, mataríamos a cualquier desconocido que se acercara a la ventana del carro si tuviéramos una pistola a la mano, pero nos derretimos por los animales, por ejemplo. Todos nos enternecimos con la noticia del perro que se la pasa en la tumba de su dueño fallecido, pero es una compasión de mentiras. Cosas como esa se convierten en la historia del día porque la gente es estúpida. Los perros también.

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