Hace
mucho no sé lo que es conocer a alguien en la vida real; las fiestas, los
paseos y los cumpleaños no tienen nada que ofrecer. Las redes sociales, en
cambio, son el camino. Ahí es donde está gente.
Por
redes sociales (sólo dos en realidad, Twitter y Facebook) he encontrado
personas que valen la pena y otras que no tanto. He concretado encuentros
sexuales y hasta me he enamorado. Amor de internet, quiero decir, que vaya uno
a saber si se parece al de la vida real.
Hace
poco me peleé con una amiga que conocí por Facebook. Fue en su día lo que podríamos
llamar “amor a primer chat”. Como la cosa iba tan bien en el mundo virtual
decidimos vernos en el real. Todo estuvo bien, pero nos faltaba la magia del
internet. Nunca llegó a haber contacto físico pese a que por Skype teníamos
sexo salvaje cada vez que podíamos.
El
sexo por chat es mejor que en persona porque no hay intercambio de fluidos, y
además la distancia permite decir cualquier barbaridad. La gente no ha
entendido que el sexo está en la cabeza y no en el cuerpo, por eso en la cama
se dedica uno a gemir cuando lo que debería es sacar las fantasías más sucias
que guarda en la cabeza.
El
punto es que la semana pasada nos peleamos por chat por un mal chiste que hice y que
se salió de control. Ella me sacó de Facebook y me bloqueó en Twitter. Yo, para
que evitarle la tentación de que se arrepintiera, la bloqueé por ambos lados y
además la eliminé de Whatsapp y Skype. Es decir, la saqué de mi vida.
La
saqué de mi vida sin que nunca hubiera estado dentro, y lo mismo podría decir
ella de mí. Nuestros abuelos se batían a duelo y cruzaban océanos por amor,
nosotros le damos click al botón de follow para poder mandarnos DM sexuales. ¿Cuánta
rabia se necesita para tener el valor de sacar y bloquear a alguien de cuanta
red social exista? En estos días, eliminar a una persona de los contactos
equivale a matarla.
El
otro día una amiga que tenemos en común (amiga de Facebook, se entiende) me
contó que había chateado con ella y que estaba arrepentida, que le había pedido
que la desbloqueara. Lo estoy considerando aunque no ha sido fácil: conocer
gente virtualmente había sido un buen refugio luego de tanto fracaso en el
mundo análogo.
No
había confesado esto antes por miedo al señalamiento público. La primera
reacción de los pocos amigos de la vieja guardia a los que les conté de mis
aventuras 2.0 fue criticarme, pidiéndome además que tuviera cuidado, que en
internet hay mucho señor enfermo de 60 años haciéndose pasar por jovencitas de
20.
Pensé
que podían tener razón hasta que leí que James Holmes, el tipo que mató a 12 e
hirió a 58 en el estreno de Batman, era un tipo ausente en redes sociales. No
tenía perfiles en Facebook, ni Twitter ni
LinkedIn; tampoco en MySpace, que es como el hoyo negro de las redes
sociales. Vistas así las cosas, es mejor andar flirteando en internet y
bloquear con furia a quien nos rompa el corazón que andar disparándole a gente
que ni siquiera es amiga nuestra en Facebook.
Publicada en la revista Enter. www.enter.co