miércoles, 5 de septiembre de 2012

La leche derramada

Ayer me compré unas Ray-Ban. Unos alambres y dos lentes oscuros por 160 dólares.

Anoche no dormí bien. Soñé que no tenía dinero y me tocaba dormir en la calle. Llegó la mañana y salí con ellas a la calle. Me sentí bien, noté la diferencia entre las Ray-Ban y las gafas de diez mil pesos que había comprado antes. Me subieron la autoestima: apenas con la mirada confronté a los hombres, les coqueteé a las mujeres; con unas Ray-Ban pareciera que a uno le vale verga el resto de la humanidad, por eso las compré.

Me voy de compras y lo olvido todo, pero me siento mal. Hubo una época de mi vida en que no tenia dinero ni para el bus, literal. Recuerdo que un día fui a comprar leche y de regreso a casa la bolsa se cayó al suelo y se rompió. Me quedé ahí parado, viendo cómo la leche corría del andén a la calle. No tenía plata para comprar otro litro, ni en el bolsillo, ni en la casa, ni en el banco (no tenía siquiera cuenta bancaria). Ese día lloré mi miseria y tomé agua de la llave, al siguiente me consignaron el sueldo que duró hasta el 25, como sueldo que se respete.

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