jueves, 13 de septiembre de 2012

Cándida Caldas


Estoy en el aeropuerto de San Francisco esperando a que salga mi vuelo y veo en la pantalla un aviso que dice: “Cándida Caldas, diríjase a la puerta 74”.

Me encuentro a punto de abordar el avión, seguro de que espera por mí al final de la puerta 46 hacia la que camino, pero se me ocurre que si yo fuera Cándida Caldas seguro no habría alzado la cabeza para mirar a la pantalla por que así es la vida.

Si el letrero dijera: "Adolfo Zableh, vaya a la puerta 74 que allí están todas las respuestas”, yo estaría en el baño, o con la cabeza enterrada entre los panes de uno de esos sánduches de aeropuerto que son ridículamente caros. Pero llaman a Cándida Caldas, no a mí, por eso yo, junto a todo el resto del aeropuerto, lo veo.