sábado, 10 de diciembre de 2011

Yo marché

Yo marché el pasado 6 de diciembre. Lo hice por las injusticias de la vida, las grandes y las pequeñas. Caminé por los secuestrados y en contra de los grupos armados, que era la idea, pero no fue lo único.

Marché contra los precios de Gaira y de Aviatur, contra la dinastía Basile. Contra Tuti Mejía, que no sé quién es pero suena mucho entre la gente de la farándula, casi nunca por cosas buenas.


Marché igual, sabiendo que caminar no cambia nada. Marché contra los corredores de bolsa, el ego de los publicistas y la hora loca en los matrimonios; contra las señoras del reportaje de Hola, contra mi jefe y contra las sociales de la marcha que iba a publicar Jet Set horas después. Marché contra Ernesto Samper, a quien me encontré en la marcha, y contra Andrés Pastrana, a quien no vi pero me dijeron que estuvo.


Marché contra el oro que se robaron los españoles y que no van a devolver porque “fue hace mucho tiempo”. Marché en contra de Powerbalance, un artefacto hecho para buscar el equilibrio y que sirvió para que sus creadores se forraran en Dinero. Powerbalance es como Dios, pero mejor que Él porque tiene caucho y cuarzo; Dios es menos que aire.

Protesté contra los expertos, que no saben nada de nada, y contra la familia, que es lo más importante pero tiene la culpa de nuestras taras. Marché contra los que dicen “juernes” y “semana de resexo”, “Tirardot”, “Tabogo”, “Medallo” y “Nalgar”. Grité en contra de los que les gusta el reguetón pese a haber ido a una universidad.


Marché contra el regreso de William Vinasco a la televisión, porque William Vinasco es un indicador de subdesarrollo, igual que las inundaciones por el invierno y la corrupción del gobierno.


Yo salí a marchar contra los que dan un premio de literatura de 168.000 dólares a un señor de 97 años (en vez de dárselo a los 25, que es cuando se goza la plata). Marché contra un nuevo concierto de DJ Tiesto, para que AC/DC venga así sea una vez y para Steve Aoki muera de sobredosis antes de volver al país. Marché, y recé, para que el Hitler de los hipsters ya esté entre nosotros.


Marché contra la gente que lloró a Steve Jobs pero no dijo nada por Foxconn, una empresa que maquila productos para Apple las 24 horas del día y tiene una alta tasa de suicidios.

Ma
rché en contra del Holocauso y la colonización francesa en Haití. Contra el tamaño de los paquetes de Chokis y contra los que escriben con adjetivos, pero también contra los que se conmueven con la poesía de Neruda y el humor de Andrés López.

Marché por el fin de Twitter, de las marchas y del mundo. Me conformo con el del mundo.