El fin de este mundo de porquería vendrá en forma de fila de
Bancolombia en quincena, como tiempo de espera en un centro de atención de
servicio al cliente de Movistar. Llegará sin avisar y no va a dar tiempo para
otro concierto de David Guetta.
Lo empezaremos a celebrar tres meses antes, como Navidad, pero Navidad es un remedo comparado esto que se nos viene. Ahora sí
es cierto que el mundo se va a acabar y será Chernobyl, será Armero, será
Fukushima. Será Suso el paspi y toda la saga de Crepúsculo.
El desfile del fin del mundo lo abrirá un ejército de
hispters. Todos con bigote y un MacBook Pro bajo el brazo, pero sin talento
para hacer algo en esta vida. Ninguno será mayor de 23 años. El fin del mundo
será el tercer período de Uribe del que nos salvamos.
El fin del mundo vendrá con aguacero, pero no de lluvia
ácida, sino de Pony Malta con trozos de Chocorramo para garantizar que los
sobrevivientes mueran de coma diabético. El fin del mundo tendrá 90-60-90, pero
le robarán la corona como a Carolina Cruz; será J Balvin y Cali & El Dandee
matándose a gas pimienta.
Será magnánimo el remate de este planeta, superará cualquier
transmisión de los Oscar. Los contribuyentes tendremos que meternos la mano al
bolsillo para financiarlo, pero valdrá la pena. Va a costar más que el metro de
Bogotá, pero menos que una botella de aguardiente en Andrés carne de res.
El fin del mundo ya empezó en el set de Yo me llamo, pero
cuando llegue su tiempo se convertirá en un stand up comedy de Andrés López. Y
como Andrés López, creerá que es gracioso cuando en realidad es un desastre.
Cuando llegue el fin llegará la hambruna, pero sólo podremos
alimentarnos con la bienestarina adulterada
de los Nule. Nadie se va a salvar porque la evacuación será guiada por los
mismos que organizaron el último simulacro de terremoto. La ruta de escape será
hacia Eldorado, pero nadie llegará: los taxistas no querrán hacer carreras
hasta allá “porque la 26 está hecha nada”.
Los que alcancen el aeropuerto por sus medios perderán el
vuelo a Marte porque se toparán con la fila de inmigración, que no se moverá
porque al de adelante “le falta un sello en el pasaporte y el supervisor está
en hora de almuerzo, vuelva más tarde”.
Publicada en la edición de diciembre de la revista Shock. http://www.shock.com.co/