A veces lo que necesitamos es una buena follada. Cuando el día comienza mal y sigue peor lo único que puede salvarnos es un orgasmo, cura intensa y pasajera para nosotros que, como el planeta, no necesitamos ser salvados.
La gente sale todos los días a trabajar y mata a otra gente por sexo. Perseguimos el orgasmo a toda costa y hay momentos en los que sentimos que hay que conseguir uno como sea. Yo no puedo pensar, ni comer, ni moverme ni seguir con mi vida normal (que no es que sea la gran cosa) hasta que logro uno. Hay días en los que no puedo empezar la jornada si no me masturbo, por eso llego tarde a las citas inventándome un trancón, una vuelta bancaria, una cita previa, cuando lo normal es que me he estado tocando. Esas horas de excitación previas al orgasmo no son vida; el sexo es una cárcel y eyacular es la salida.
Por eso, cuando piense en amar a una mujer, casarse con ella, tener hijos y todo lo demás, hágase una paja y verá cómo todo se desvanece: la masturbación como terapia nos quita los sueños de grandeza, las ganas de trascender. Un orgasmo borra todo indicio de violencia y nos vuelve mansos. Las empresas deberían haberlo descubierto y permitir que sus empleados se masturbaran en sus baños así como hay máquinas de café.
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