No entiendo el concepto de país, no me cabe que uno sea de
un lugar y no de otro por el hecho de haber nacido allí, siendo que no podemos
escoger dónde nacemos. ¿Por qué ser condenados por una decisión que no depende
de nosotros? Creer en La Patria me parece tan arcaico como creer en Dios. Ambas
cosas son inventos humanos, el mundo viene sin fronteras y sin deidades.
Todo esto por lo que acaba de pasar con Nicaragua y la
pérdida de un pedazo de mar supuestamente vital para Colombia. Futuro de la
gente de San Andrés que vive de ese mar al margen, el tema del fallo de La Haya
tiene la banalidad de un reinado o un reality, por eso genera tanto interés.
Y es entendible, las buenas noticias no venden. Cuando vemos
los noticieros fingimos dolernos con masacres y muertos, cuando la verdad es
que por eso es que buscamos noticias, a ver qué extraordinario ha pasado. Nadie
quiere abrir el periódico y ver que un centro para ancianos exporta ropa a
Europa; bien por ellos, pero es muy aburrido. Vemos en cambio notas de
explosiones, guerras, infidelidades, asesinatos pasionales y babeamos. Nos
mostramos preocupados para que no piensen mal de nosotros, pero en el fondo (ni
tan en el fondo) esas noticias nos gustan porque traen emoción a nuestras
vidas, y vivir sin emociones sí que es aburrido.
No sé usted, pero cuando en el noticiero dicen que hubo una
masacre me quedo pegado esperando que hayan muerto cientos, ojalá miles, de la
forma más cruel y enferma. Por dura que haya sido, la matanza en un colegio
ruso por parte de terroristas chechenos es el ejemplo de tragedia que uno
necesita consumir cada tanto para no volverse loco.
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