El despertador suena siempre a la misma hora, haces cinco minutos de pereza, prendes la televisión para no sentirte tan solo, te enjabonas sin alma, vas al closet y te pones la misma ropa. Luego haces el desayuno y sales al trabajo a enriquecer a otros, cumpliendo con tus labores mientras dan las seis. Todo fotocopiado, asquerosamente igual al día anterior. Todo, menos el precio de los servicios que consumes. No tiene lógica.
Compraste un paquete fijo de Telmex, así que no debería importar cuánta televisión ni cuánto porno en internet ves, pero no, Telmex a veces cuesta más, a veces cuesta menos. Plan fijo de celular y en el teléfono de la casa, mismo tiempo de cocción de los huevos en la mañana, mismos minutos en la ducha, pero ni Movistar, ni ETB, ni Codensa ni la empresa del acueducto te cobran lo mismo. Algo en nuestras vidas está cambiando y no nos hemos dado cuenta.
Entonces miras las facturas porque te gustaría reclamar, pero las facturas están hechas para que nadie las entienda. Sabes además que en caso de ir al centro de atención al cliente ellos terminarían descubriendo que te cobraron de menos.
No tenemos cómo ganar. Scotiabank acaba de comprar el 51% de Colpatria en una transacción de más de 500 millones de dólares. Los bancos, los hampones respetables, los dueños del dinero, los que reciben nuestras facturas y no nos perdonan ni cien pesos; hoy tenemos uno más entre nosotros, es un día trágico.
El negocio se cerró en la Casa de Nariño ante la mirada del presidente Juan Manuel Santos, que celebró el acuerdo. No solo llevamos una vida aburrida presa de facturas incomprensibles, tampoco tenemos quién nos defienda del sistema financiero.