jueves, 1 de agosto de 2013

Taras

Lo que me sorprende es que no se note lo inseguro que soy. El otro día llegué a la casa y tenía en Facebook el mensaje de una mujer que decía que me había reconocido en la calle y no se había acercado por miedo. Raro, si al que le aterran los desconocidos es a mí, ¿o por qué cree que tartamudeo tanto?

Ignoro qué pasó en mi infancia o qué tipo de educación recibí para ser así, pero el hecho es que mi inseguridad pasa por muchas cosas: no digo cuándo cumplo porque me siento miserable cuando recibo regalos y reconocimientos. Aún peor, soy tan miedoso que guardo en mi casa al menos una decena de regalos que compré y nunca entregué, convencido de que a la persona no le gustaría.

Salvo una vez, nunca he tenido el sueldo que creo merecer. He vivido resentido en silencio porque gano menos de lo que debería y no tengo los pantalones para protestar ni el emprendimiento para esforzarme más, que me lo reconozcan y me den un aumento. A las persona que nos sentimos subvaloradas nos emputan los restaurantes donde te abren la bebida y en vez de vender comida “brindan experiencias gastronómicas”, porque lo que están es robando. El otro día fui a un sitio donde una hamburguesa costaba $46.000. Para que tenga una idea de cómo está el mercado del periodismo, un artículo podrían pagarlo con cinco hamburguesas de esas (sin gaseosa). De ahí la rabia con la vida.

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