lunes, 17 de junio de 2013

El protocolo del chat

Tengo una amiga con la que me mando cosas por chat. Cosas, ustedes entienden. Mi amiga tiene novio, pero es de las que cree (hace bien) que hacer vainas por internet no es poner los cachos.

Hace poco le envié una foto por Whatsapp y quedó fría. No porque no hubiera visto algo similar antes, sino porque, según me explicó, había configurado su iPhone con el iPad de su novio, así que, en ocasiones, lo que le llega a ella le llega a él. Parece que nada pasó porque el asunto quedó de ese tamaño.

El asunto es que vivimos pegados al chat pero no conocemos el protocolo para usarlo. Por un lado, Los chats de Whatsapp están llenos de fotos de genitales porque lo que la gente quiere es sexo. Si uno pudiera meterse en la red y ver las imágines íntimas que vienen y van, se le explotaría la cabeza. Por eso mismo, Twitter es el burdel más grande del mundo, allí todos se buscan y luego se ponen citas en Skype

Lo que hiere es que mientras uno asume los chats sexuales con la seriedad con la que no aborda los demás temas de la vida, hay mujeres que los toman a la ligera. Me ha tocado ver a amigas que le siguen el juego a tipos que al otro lado del teléfono están que se incendian, y mientras ellos dicen barbaridades y amenazan con mandar fotos desnudos, ellas les siguen el juego desde la oficina, con ropa y sin ningún tipo de apetito sexual. Pobres manes, me pregunto cuántas veces habré estado yo en su lugar.

La otra es que cuando una mujer no sabe qué decir o quiere zafarse de la charla, pone un emoticón. Uno se deshace en frases, propuestas, fantasías, y ellas mandan de vuelta una carita feliz; dan ganas de reventarlas.

Y uno se soporta todo eso solo por el sexo, por la ilusión del sexo, mejor dicho. Fantasear con sexo siempre ha sido mejor que tenerlo. Por eso se aguanta que el teclado de las pantallas touch sea intratable y que termine mandando mensajes que no se parecen en nada a lo que se quería decir originalmente.

También está el tema de los chulitos. Que si uno es que se mandó el mensaje, que si dos es que el otro lo recibió. Ni idea, pero se me antoja que en el último lustro las parejas de enamorados han peleado más por los chulitos del Whatsapp que por cualquier otra cosa.

Pero no es solo sexo, la verdad. Pese a sus falencias, el Whatsapp es una cosa bendita, tan eficaz que acabó con el pin de Blackberry. Uno debería hacer todo por chat: cuadrar citas, hacerlas, gobernar países, echar gente. Y tener sexo, claro. Yo vivo con pánico de que me roben el celular. No por los contactos, que eso se recupera, sino porque, no sería capaz de explicar tanta porquería junta.

Publicada en la edición de junio de la revista Enter. www.enter.co